12
Jul
2018
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4 etapa: Meditar como el Sol

Reconocimiento (sol)

El sol brilla permanentemente, aunque por la noche no lo veamos. Generosamente, su luz llega a montañas y valles y su calor es la base de la vida. En cada naranja y en cada grano de arroz hay un pequeño sol condensado.

En su redondez, a diferencia de la luna cambiante, nos recuerda que es fiel a sí mismo, y no en vano ha sido adorado por las grandes civilizaciones como el Ser que somos en esencia. Pero lo que nos interesa de este símbolo es que su luz y su energía son fruto de una combustión y que, un día muy lejano, se consumirá. El sol nos dice que vivir es quemarse, consumirse, darlo todo… sólo de esta manera realizamos nuestro potencial. A las puertas de la muerte, sólo nos deja en paz todo lo que hicimos y todo lo que amamos, sin reservas, sin cálculos, sin regateos.

Pero, claro está, de tanto en tanto aparece un nubarrón que tapa la esfera solar; periódicamente aparece un eclipse solar: la luna se interpone entre la tierra y el sol de la misma manera que las emociones eclipsan la razón, o las sensaciones contaminan nuestra intuición. Los primitivos temían los eclipses; nosotros tememos las crisis aunque, cuando todo se ve borroso, buscamos en los rincones del instinto respuestas originales y en el fondo del alma cambios creativos. Las crisis son oportunidades de crecimiento, y de eso trata la meditación: de dejar caer las respuestas archisabidas y empezar a hacerse preguntas.

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